quinta-feira, 12 de abril de 2012

Sofia Beça- "Cerámica y sentido" por Alejandro J. Ratia

A exposição "Arcadio Blasco - maestros de la cerámica y sus escuelas", continua patente no Museu de Cerâmica de Muel, Zaragoza, até dia 2 de Maio. Como também já aqui referi, nesta exposição estão obras de Arcádio Blasco e dos seus "discípulos", Alfonso D´Ors, Jesus Castañon, Madola, Sofia Beça, Teresa Gironés e Toni Soriano.

Para esta exposição foi editado um bom catálogo das obras expostas, de obras públicas dos autores e vários textos.
Fica aqui um dos textos, da autoria do crítico de arte Alejandro J. Ratia, sobre o meu trabalho.
Espero que desfrutem da leitura. Eu desfrutei das conversas que tive com Alejandro para dar neste texto.

CERÁMICA Y SENTIDO
“No me complacieron nunca las cosas ornamentales ni las convencionales, por eso entendí que la cerámica que puede colocarse sobre una mesa, y funcionar como un bibelot, no me interesaba, porque acaba por ser vista como un objeto decorativo y no como una escultura”, me cuenta Sofia Beça. Sus obras no están hechas para lucir sobre una mesa, ni tan siquiera para mostrarse sobre un pedestal. Como dijo Antonio Vivas, esta artista “representa la fuerza de la nueva cerámica portuguesa, más desinhibida, más libre, inclusive provocadora, pero siempre impactante en murales e instalaciones”. Sofia Beça ama trabajar sobre espacios concretos, lo ha hecho en Alcora, lo ha hecho en Muel, etcétera, y sus trabajos tienen, en muchos casos, un carácter abierto, que pide la colaboración de otros artistas, de otros medios, o del espectador, e incluso de los elementos (el fuego, el aire…), y suelen incorporar una acción. Sus obras no se quedan satisfechas con la simple mirada. Incluso cuando no se destinan a un espacio público, su modo de utilizar la sala de exposición será heterodoxa, porque muchas veces van directamente al suelo, y no parece que se exhiban allí, sino que ocupen, que se extiendan por el suelo, o por la pared. Es una puesta en escena; nada retórica, por cierto, pero puesta en escena. El trabajo en el campo, o la integración específica en una arquitectura son sus ideales. Como entre los clásicos del Land Art, la exhibición en una galería o centro de arte tiene un punto de exilio. Es el viejo problema de site / non‑site de Smithson llevado al mundo cerámico.
Entre las influencias, entre los maestros de Sofia Beça, están algunos de los grandes de la cerámica contemporánea, y uno muy especial, Arcadio Blasco, con quien mantiene una estrecha relación desde 1998 –cuando se conocieron en Portugal, donde el ceramista daba un curso–, una relación que ha llegado a ser paterno filial. Pero como creadora inquieta, sus influencias también llegan de otros ámbitos, del ámbito general del arte, del que (como sucede con Arcadio Blasco) ella no acepta desligarse. Un artista como el británico Andy Goldsworthy, con sus intervenciones poéticas en la naturaleza, con elementos naturales, tomados en bruto como piedras, o bolas de nieve, o un escultor como su compatriota Alberto Carneiro forman parte de sus referentes.
El mundo de los árboles, que es también el mundo de Carneiro, aparece de un modo a un tiempo explícito y elíptico en su instalación Floresta Portuguesa, un bosque que es un no‑bosque, un bosque del que sólo quedan los vestigios o tocones. Con él, Sofia Beça alude al problema de la deforestación de su país. Las piezas con que recrea este bosque esquilmado las hay de dos colores, castañas y negras, árboles talados y árboles quemados. Esta obra nos sirve de ejemplo para señalar las peculiaridades del trabajo de la ceramista. La primera peculiaridad es su interés por el mensaje, la cualidad del barro como instrumento. “No tengo ninguna duda –asegura– de que, cuando meto las manos en el barro estoy transformando la materia en algo que me interesa transformar, que quiero transmitir un mensaje. Aunque sólo tenga significado para mí.” En el caso de Floresta Portuguesa este mensaje llega a ser explícito, conteniendo una denuncia social o ecológica, pero, ante todo, es un mensaje poético. Ese bosque devastado es un daño colectivo y particular, a un tiempo.

Desde el punto de vista plástico, la obra que he citado, como todas las suyas (o al menos las más recientes), no maneja otros colores que los que derivan del propio material base, al que sólo se suma la acción del horno. Un lenguaje cromático inmediato, por lo tanto, de comunicación directa entre material y destinatario, con la ceramista como mediadora. En esta mediación, casi mágica, interviene, como elemento clave, la confección artesanal y cuidada de todos y cada uno de los elementos de esas puestas en escena, cada tocón cerámico, en este ejemplo, piezas que suelen ser intercambiables desde un punto de vista gramatical, elementos reemplazables, algo arbitrarios en número, pero que son elaborados uno a uno y con sumo cuidado, como si fueran únicos, cosa que son. En Floresta no son muchas las piezas, pero en obras como És a minha onda, se multiplican. Son ahora espirales de barro, en un proliferación digna de pólipos.
Sofia Beça se justifica: “podría hacer el mismo trabajo con moldes, pero para mí, dejaría de tener cualquier encanto. Cada pieza, aunque parezca igual que las otras, debo hacerla yo, si no, tengo la sensación de que no es mía. Y por eso me encanta, también, usar el horno de leña, porque dos piezas gemelas terminan distinguiéndose por el color”. A ese horno de leña de nuestra ceramista, Karin Somers le atribuye un “comportamiento temperamental”, que enriquece a sus “despojadas piezas con manchas de humo y tonos de reducción”.

Se da en esta artista la doble condición de constructora y fabricante. Constructora de relieves e instalaciones significantes. Fabricante de las piezas con las cuales las construye. Los niveles de lectura de sus obras, por ello mismo, se duplican. Las piezas, que como letras, o como notas, las integran, aportan un significado propio. En És a minha onda, son ondas que hablan de una existencia inconsistente, en la que damos vueltas sin cesar. Y de algo parecido hablan las mariposas de Borboletear. Ella misma se refiere al arte en esos términos de incertidumbre y fragilidad: “Y también (pienso) que el arte –me explica– es como las mariposas y las personas, en realidad todo es efímero. Pensamos que andaremos por esta vida mucho tiempo, pero sólo estamos de paso. Y el arte termina siendo lo mismo, un momento efímero”. Efímero pero significativo.

Tal como escribió Joaquín Vidal, los elementos que fabrica son “letras de barro que trabaja delicadamente, con paciencia y mimo, hasta que adquieren la apariencia y el significado de las letras de los códices antiguos”. Y añade este autor que “nada carece de significado o tiene un sitio aleatorio. Las pequeñas piezas se disponen sobre sus soportes en función de un lugar y un tiempo vividos, agrupándose, abrazándose y separándose con color o esperanza.” Sofia Beça fabricante y artesana, amiga de lo efímero, pero también constructora. Porque queda ese sentido esencial que aporta, como escenificación, el conjunto de las piezas de las que hablábamos, el texto escrito con esas letras, la música escrita con esas notas. 

Concluiré con una frase suya: “no me preocupa que la cerámica pierda protagonismo –dice–, porque lo que me interesa es el mensaje que intento transmitir”. Se trata de una cerámica entendida como útil de escritura, no como un fin en sí misma. Pero el texto que se escribe, como todo texto poético, es uno con la materia con la que está escrito, con la música de sus palabras, con la esencia de la propia cerámica, que es la que nos habla.

Alejandro J. Ratia
Critico de Arte
Dezembro de 2011

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